Los personajes referidos a la saga Crepúsculo que son usados en este blog son propiedad de Stephenie Meyer.

agosto 07, 2011

Cap. XXV

¿Como decirte que no es tu culpa, pero que estoy extremadamente enojado contigo y debo separarme de ti aunque te ame más que a mi vida?


Sabía que mi cara no era nada amable, ni grata ni normal. Pero esto era por su bien. Debía protegerla, de mi mismo.

— ¿Jacob? —susurro Bella. Dudosa de que fuera yo en realidad la persona que estaba de pie, junto a ella. Sujetando el marco de la ventana con tal fuerza, que no entendía como aun no se había destrozado bajo mis dedos.

Bella me miraba sorprendida y confundida. Triste. Respire por la nariz de forma casi tartamuda, como si repentinamente me faltara el aire. Estaba consiente de que a mis espaldas tenia a Sam y al resto de los chicos de la manada.

Bella se irguió, con cara triste y la mirada lastimera.

— ¿Qué quieres? —pregunte de forma hostil. Mi antipatía aumento cuando vi todas las emociones que se alborotaban en el rostro de Bella.

— Hablar contigo —susurro.

— Adelante —espeté con la mandíbula apretada. Me concentre de forma irracional en mi mirada, todo el enojo que me carcomía salía a flote a través de mis ojos. Bella solo mostraba una mirada triste, solitaria, dolida. Me mataba verla así.

Es por su bien –me recordé más de una vez.

— ¡A solas! —escupió Bella.

Instintivamente me de la vuelta hacia Sam. Esperando su negación.

Sam asintió, tranquilamente. Lo mire por un segundo más dudando de que irme con ella fuera lo mejor. No quería tener que explicarle todo, alejarla de mí como había hecho hasta ahora, no bastaba. Tenia que lastimarla más aun. Y lastimarme yo solo con saber que la quería y la extrañaba. Esto no era nada justo. Mil veces malditos esos chupasangre.

- Ti'iyahl –pronuncio Sam, diciendo “Hombre”, en el idioma nativo Quiliute. Luego me dijo algo como “ve, confió en ti”. Había muchas cosa que papá había querido enseñarme, pero yo siempre le daba la espalda a ese tipo de cosas que consideraba innecesarias.
Al despertarse mi lado metamorfó, también había reaccionado una parte de mi lenguaje y el idioma fluía poco a poco en mi vocabulario.

Se dio la vuelta y entro a casa con los demás.

— De acuerdo. –acepte sumiso. Esto me iba a doler más a mí que a ella. Pero estar solos quizás lo mejorara un poco, no podía hablarle de forma correcta mientras tuviera a todos los chicos sobre mi.

Una ola de tristeza me invadió. Y una de enojo cuando ella hablo.
— Sabes lo que quiero saber —me limite a verla, no tenia anda que decir. Me dolía el solo tenerla junto a mi— ¿Podemos dar un paseo?

Bella bajo del coche, parecía algo mareada, me agarre mis manos con fuerza par evitar ayudarla, no era seguro siquiera estar cerca de ella. Me temblaban hasta los dedos. Caminamos por un sendero fangoso, o bueno Bella iba por el barro, yo me fui por la tierra seca.
Avance con más velocidad, dejando a Bella a mis espaldas en un instante. Me detuve a mitad del camino, a una distancia tan razonable como para no herirla. Gire hacia ella, y quedo frente a mí. Se detuvo.

—Terminemos con esto —casi escupí las palabras. Pero no soportaba estar así. Enojado, triste, frustrado. Era demasiadas emociones para mi mente humana.— No es lo que crees —comencé, aunque no sabia que decía con exactitud. La voz me sonó cansada, no tenía de cómo explicarle—. No es lo que yo pensaba... Estaba muy desencaminado. —bueno eso era cierto.

—En ese caso, ¿qué es?

Aunque Sam estuviera en casa me escucharía, y aunque ese no fuera el caso. Yo había prometido no contarle a ella ni a nadie mi naturaleza. La verdad de la tribu Quiliute.

— No te lo puedo decir —afirme en voz alto, mas para mi que para ella.

— Creí que éramos amigos. —eso si era jugar sucio. No tenia idea de que como iba a salir de esta.

— Lo éramos —aclare.

— Pero tú ya no necesitas a ningún otro amigo —me acuso—. Tienes a Sam. Hay algo que no va bien... Siempre le habías tenido ojeriza.

—Antes no le comprendía. —ahora que estaba en su entorno, que era como el. Que sabía como había sido su vida, estando siempre al servicio de los humanos. No podría volver a juzgarle por sus deberes.

— Y ahora has visto la luz, ¿no? ¡Aleluya! —casi sonó como… burla.

—Bella, no tiene nada que ver con lo que yo creía. Tampoco es culpa de Sam, ya que él me ayuda todo lo que puede —el no podía quitarme el dolor que cargaba y menos aun podía ayudarme a hacer de mi alguien normal otra vez.

—Te ayuda... — repitió de forma desconfiada—. Naturalmente.

Mis respiraciones eran muy agitadas. Me temblaban demasiado las manos. Necesitaba soltar todo de una vez.

— Jacob, por favor —suplico—. ¿No vas a decirme qué ocurre? Tal vez pueda ayudarte.

— Ahora, nadie puede ayudarme —me queje de forma lastimera. El enojo iba amarrado a mi dolor.

— ¿Qué te ha hecho? —su voz temblaba. No quise levantar la vista, sabia que estaba llorando.

Vi de reojo como se acercaba a mí con los brazos extendidos, instintivamente me encogí y me aleje anteponiendo las manos.

— No me toques —murmure.

— ¿Nos oye Sam? —pregunto en un murmullo mientras se limpiaba las lagrimas que descasaban en sus mejillas. Este dolor era indescriptible.

—Deja de echarle la culpa a Sam. —exigí.

Me lleve las manos hacia mi cabello. Olvidando que ya no estaba. Mis manos cayeron a mis costados nuevamente mientras mi corazón daba tumbos alocados dentro de mi pecho.

— Entonces, ¿a quién debería culpar? —esa era la pregunta correcta. Y era justamente la que ella menos deseaba escuchar. Pero yo… necesitaba desenterrar todo eso que sabia y que me había condenado de por vida.

Una sonrisa macabra se extendió por mi rosto.

— No quieres oírlo. —dije en modo de afirmación.

— ¡Y un cuerno! Quiero saberlo, y quiero saberlo ahora.

— Te equivocas —le contradije. No tenia idea de lo que decía.

— No te atrevas a decirme que me equivoco. ¡No es a mí a quien le han lavado el cerebro! Dime ahora de quién es la culpa de todo esto si no es de tu querido Sam.

— Tú lo has querido —un gruñido se escapo de mi pecho. No era Sam el culpable, si ella quería saber quien era. Pues bien—. Si quieres culpar a alguien, ¿por qué no señalas a esos mugrientos y hediondos chupasangres a los que tanto quieres?

La mandíbula casi le llego al suelo, su corazón avanzo a mil revoluciones por segundo. No se movió ni un milímetro.

La mire con enojo y desprecio, claro el segundo sentimiento no estaba dirigido hacia ella.
—Te dije que no querrías oírlo —le recordé cuando vi que no cerraba la boca.

—No sé a quién te refieres —negó con todo el descaro del que fue capaz. Yo sabia toda la verdad, y ella nunca aprendió a mentir.

—Lo sabes perfectamente. No me vas a obligar a decirlo, ¿verdad? No quiero hacerte daño.

—No sé a quién te refieres —porfió de nuevo.

—A los Cullen —solté las palabras lentamente, lastimando a Bella en lo mas profundo de su ser, sabia que el solo nombrar esas palabras la hería, pensarlas, recordarlas. Cualquier cosa que estuviera relacionada a sus queridos chupasangres la hería—. Lo he visto... Puedo ver lo que pasa por tus ojos cuando digo sus nombres.

Bella sacudió su cabeza de un lado a otro, como si con eso pudiera aclararse las ideas y encontrarle un sentido a mis palabras. No tenia ni idea de cómo yo sabia todo. Pero estaba más que perturbada.

—No me digas que ahora te crees las necias supersticiones de Billy —después de tanto pensar solo se le pudo ocurrir eso.

—Sabe más de lo que nunca le reconocí. —afirme, sintiéndome mal una vez más por nunca haberle escuchado.

—Sé serio, Jacob. —La mire de forma calculadora, nefasta y rencorosa. —Dejando las supersticiones a un lado. Aún no veo de qué acusas a los Cullen —el solo pronunciar el nombre, quebró sus voz y la credibilidad de sus palabras, su corazón lloraba sangre al pensar en el—. Se marcharon hace más de medio año. ¿Cómo vas a culparles de lo que ahora haga Sam?

—Sam no está haciendo nada, Bella. Sé que se han ido, pero a veces las cosas se ponen en movimiento y entonces es demasiado tarde. —todo empezó por ellos. Nada volvería a ser igual.

— ¿Qué se ha puesto en movimiento? ¿Para qué es demasiado tarde? ¿De qué les estás echando la culpa?

Di dos grandes zancadas hasta quedar frente a sus ojos. Y escupí las palabras con todo el odio que cargaba enjaulado en mi pecho. Siendo victima de fuertes temblores dije.

—De existir.

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