Los personajes referidos a la saga Crepúsculo que son usados en este blog son propiedad de Stephenie Meyer.

julio 22, 2011

Cap. XXII

Alejándome de Ti

- ¿Por que demonios dejaría de hablarle?

- Aún no estas en condiciones de estar cerca de nadie, más que de nosotros.

- No puedo dejarla atrás. Yo mismo no me lo perdonaría.

- Lo que no te perdonarias seria hacerle daño. Si por alguna vuelta del destino llegaras a lastimarla, no podrías superar esa culpa. Jamás.

- Yo no le haría daño.

- Te aseguro que si podrías hacerlo. Aunque no quieras, cuando te transformas eres un ser inestable. Por lo menos hasta que puedas controlarte. No puedes estar cerca de ninguna persona, que no pueda reaccionar al estar junto a ti, durante la transición.

- Esta bien. –me dolía aceptar. No lo hacia solo por le hecho de que jamás quisiera lastimar a Bella, aunque en este momento con el solo hecho de dejarla sola y no comunicarme con ella. La hacia sufrir. Pero fuera de esto acepta el “mandato” de Sam, –por que así lo sentí– y quizás por esto no lograba doblegarme. Era algo que aun, no entendía.

- Y nunca, óyelo bien. NUNCA. Podrás decirle lo que eres ahora, ni lo que somos nosotros. Es un secreto de la tribu.

Valla, con eso si había un problema. Asi tiempo cuando caminaba con ella por First Beach, yo le había revelado la vieja historia de la tribu Quiliute. Un presentimiento me indico que este no era el momento para comentárselo a Sam.

Sam espero hasta que yo lo mire, y asentí.

- Otra cosa más antes de irme. Te recomiendo que te cortes el cabello, cuando eres lobo, y tu cabello es tan largo, se te dificulta poder ver por la cantidad de pelaje que se acumula frente a tus ojos.

- Bien. Lo hare. –obedecí automáticamente. Odiaba cortar mi cabello.
Sam se fue, afuera lo esperaban los otros dos lobos. Embry, y… aun no sabia quien era el otro, nunca hablo lo suficiente como para poder saber quien era.

Me fui a dar un baño, luego de que me vestí, me fui a la cocina, papá había pedido… 3 pizzas. No podía creer que fuera pedido tantas.
Cuando termine de comer hasta el último trozo, supe por que. Tenía un hambre inhumana.

Antes de acostarme busque una tijera, me fui al baño, y pase la filosa tijera entre mis cabellos. Me lo corte yo mismo, molesto. No deseaba hacerlo, pero si iba a ser un lobo. Quería poder tener visibilidad. El corte me quedo como de profesional.

Cuando me fui a acostar caí rendido.

Comencé a dar vueltas en la cama, molesto... Me sentía un poco mal, había soñado con Bella; fue lo peor que pude imaginarme. Bella salía herida por mi culpa.

Afligido me levante de la cama y fui a trompicones hasta el sofá. Me sentía débil, y… molesto. Me senté en un de las sillas de la mesa, respire un par de veces, profundo y tratando de calmarme; estaba molesto por el simple hecho de imaginarme lastimando a Bella.

El teléfono sonó sobresaltándome.

— ¿Diga? –la voz me sonó un poco ronca.

—Ay, Jake —era Bella. Mi corazón pego un brinco de la emoción y el miedo—. ¡Qué mala voz...!

— Me encuentro fatal... —dije en voz baja. Seguramente papá estaba en casa, el sabia que yo no debía hablar con Bella.

— Cuánto siento haberte hecho salir conmigo. Te he fastidiado. –se disculpo. En realidad era lo mejor que me había pasado. Aunque luego de ese día, todo en mi vida había cambiado.

— Estoy contento de haber ido. No te eches la culpa, no la tienes. –no era justo que se sintiera mal por una idea errada. Lo que me sucedía no era culpa de ella.

— Enseguida te vas a poner bien —aseguro—. Yo ya me sentía bien esta mañana, al despertar.

— ¿Estabas enferma? —pregunte sintiéndome culpable por no haberla llamado antes. Debí haberlo hecho aunque papá, Sam y todos los integrantes de esa manada se molestaran.

—Sí, yo también la pillé, pero ahora me encuentro bien...

—Eso es estupendo —dije en un susurro. Si ella estaba bien, yo también lo estaba. No podía ir a su casa.

—... así que probablemente estarás bien en cuestión de horas —me prometió.

— Dudo que tenga lo mismo que tú. –respondí en voz baja.

— ¿No tienes una gripe estomacal?

—No, esto es… algo más.

— ¿Qué es lo que te duele?

—Todo —susurre—, todo el cuerpo. –no mentía, aun me dolían todos los huesos y músculos.

— ¿Qué puedo hacer, Jake? ¿Qué te puedo llevar?

—Nada. No puedes venir —le corte tajante. Demasiado descortés para mí gusto. Pero tenia que cuidarla, no podía permitirle estar cerca de mí.

—Ya he estado expuesta a lo que sea que tengas —trato de contrariarme.

— Yo te llamaré en cuanto me sea posible. Te avisaré de cuándo puedes volver a venir.

—Jacob...

—He de irme —dije rápidamente cuando escuche que papá se acercaba. Y que yo me acercaba a flaquear en promesa de separarme de ella.

—Llámame cuando te encuentres mejor.

—De acuerdo —acepte triste, sabiendo que no podría hacerlo.

—Te veré pronto —dijo Bella tristemente.

—Espera a que te llame —le repetí. Tratando de convencerla. Yo sabía que no la llamaría. Era mejor para ella.

—Vale... Adiós, Jacob.

—Bella...
Susurre melancólicamente, con unas lágrimas que habían comenzado a rodar mis ojos sin permiso. Colgué el teléfono, y cruce la puerta, en dirección al bosque, sabiendo que no tendría tiempo suficiente para calmarme. Me quite la camisa en el camino, dejando fluir esa otra parte de mí.

julio 18, 2011

Cap. XXI

Manada Vs Bella

Comencé a dar vueltas alrededor de los arboles, a gran velocidad, me dolía la cabeza, escuchaba voces aglomeradas pero no lograba identificar ninguna, solo me provocaban una fuerte jaqueca.

- Hagan silencio. –escuche una fuerte voz en mi cabeza, seguida de esta el ruido seso. No sabía de donde provenía pero lo agradecí enormemente. Al mismo tiempo yo deje de dar vueltas y frene. Me sorprendió lo rápido que pude detenerme, incrustando las… patas, en la tierra. Me tambalee, y caí hacia un lado y resbale por la tierra unos metros. No estaba acostumbrado en ningún sentido a andar en 4 patas.

Me levante y trate de respirar poco a poco ahora que todo estaba en silencio, pero me dolía mucho el costado, sentía como si fuera corrido kilómetros agachado.

- Te acostumbraras
- ¿Qué? –pregunte en mi cabeza a esa voz. Mi respiración estaba agitada, seguramente me estaba volviendo loco.
- No hermano, no estas loco. – ¿esa voz?
- ¿Embry?
- Si hermano soy yo. Lamento mucho no haberte contado sobre… esto. –Un enorme lobo de pelaje gris salió de entre los arboles de mi derecha.
- No entiendo nada. –Replique. Tras el lo siguieron dos lobos más, uno alto con el pelaje negro, y a pocos metros apareció otro lobo, pero este tenia el pelaje color castaño.
- Nosotros te ayudaremos a entenderlo. –El enorme lobo negro, más alto que yo me hablo mentalmente, pero de pie frente a mi, con sus ojos clavados en los míos. Ahora su voz me sonaba más familiar, conocida. Acaso era…
- ¿Sam? –murmure.
- Si soy yo. El alfa de esta manada... Por ahora. –Corrigió luego.
- ¿Manada?
- Si Jacob. Las historias que tu padre te ha contado durante lo largo de tu vida, no son mentiras. Somos parte de un linaje de lobos. Nuestro deber es con las personas, debemos protegerles.
- Pero yo, que. ¿Por qué?
- Era tu destino, desde siempre. Eres el hijo de Ephraim Black. Tu lugar en esta manada… es el de alfa.
- ¿Alfa?, de que demonios hablas. Yo no quiero ser esto, no quiero ser eso que dices. Quiero volver a mi cuerpo. Volver a ser yo.
- Debes calmarte. Te ayudaremos a volver a tu estado. Y luego hablaremos mejor de esto.
- Por favor, solo quiero. Volver a ser yo. No soporto estar así.
- Debes relajar cada uno de tus músculos. Deja fluir tu lado humano.
- No entiendo que debo hacer. ¿Cómo?
- Piensa en ti mismo, como humano. Trata de expulsarlo hacia afuera y apaciguar tu lado de lobo –me deje caer sobre mis asientos traseros, tratando de relajarme.

Una presión comenzó a bajar desde mi cabeza hasta mis pies, descendiendo. Permití que fluyera mi lado humano, pensando en cada característica de mi cuerpo, mis brazos, mis dedos y pies, mi cara y mi tórax. Respire tranquilamente, acompasando mis respiraciones con las de Sam. Sentí como si una parte de mi se recluyera en mi interior, esperando la señal para volver a salir a la luz.

Abrí los ojos nuevamente, mi cuerpo había vuelto. Estaba algo sucio por la caída de hacia un rato. Pero era yo. Aunque… desnudo. No me di cuenta en que momento había perdido la ropa, pero supuse rápidamente que en el momento en que… me convertí en… –no lograba ni pensar bien la palabra, no aplicada en mi– la ropa se rompió, incluyendo mis zapatos. Genial ahora tenia que comprarme otros nuevos.

De pronto caí en la cuenta de que aun tenia compañía. Los lobos permanecían a mí alrededor. Me sentí algo cohibido por su presencia, no estaba vestido y me incomodaba un poco tenerlos tan cerca.
Sam, llevo su hocico hasta una de sus patas traseras, agarro algo con los dientes y luego me lo aventó.

Era un short de jean. Me lo puse sin protestar. Me sentía mucho mejor vestido.

- ¿Siempre va a ser así? Me refiero a, la ropa. Y si vuelve a sucederme esto, tendré que aplicar la misma solución respirar y relajarme hasta que vuelva a ser yo, mi verdadero yo.
No escuche ninguna voz de respuesta en mi cabeza.

- ¡Hey! ¿Qué sucede? –quizás lo de hablar solo funcionaba siendo lobo.
El lobo negro, comenzó a cambiar de forma, reduciendo su pelaje, y colocándose sobre dos piernas. Era Sam. Se coloco un short negro que cargaba sujeto en una pierna. Se lo puso mientras yo trataba de ver hacia otro lado. Mi vista se clavo en el lobo gris que estaba a pocos centímetros. Se acerco dos pasos hacia mí, y yo sin poder evitarlo retrocedí.

- Es Embry –hablo Sam– quiere que sepas que cuenta contigo. Y que esta feliz de que te nos hayas unido. Por fin. Y ahora tu verdadero yo, no es solo el humano, tu vida esta dividida en dos seres. Eres un humano y cuando lo desees serás un licántropo. Debes aprender a controlarlo.
- No quiero ser esto. Me confunde.

- Es lo que eres. –corto tajante. Sentí como si debiera doblegarme a esa voz. No por que hablara en voz alta. Si no por algún lazo extraño… que no lograba entender.

- Necesito ir a casa. Me siento mal.

- Esta bien. Pasaremos más tarde, te vamos a acompañar hasta allá, estas algo débil. Trata de descansar. Y debes ser paciente, de ahora en adelante no puedes reaccionar de forma dramática ante una situación, debes tratar de relajarte y asimilar las cosas sin molestarte. Te transformarías en lobo y… si hay alguien, cerca de ti. Podrías… lastimarle sin la menor intención de hacerlo.

- De acuerdo. –no pude decir nada más. Algo en la voz de Sam demostraba que hablaba en serio, y que no debía tomármelo a la ligera. El tono afligido con el que había hablado me causo algo de lastima.
Me acompañaron hasta mi casa, si me sentía débil y a la vez algo dentro de mí, parecía fortalecerse. Mientras caminábamos me tambalee un par de veces, tenia mucha hambre, más de la normal. Como si no fuera comido en varios días.

Cuando entre a casa, papá estaba pegado al teléfono, con la mirada perdida y el rostro algo contrariado. Camine hasta el sofá y me deje caer sobre el.

— Está aquí —respondió a quien estuviera del otro del auricular.
La persona le respondió, y papá arrugo un poco el entrecejo.
— Estaba... demasiado enfermo para telefonear. Ahora mismo no se encuentra muy bien —era más que obvio que hablaba de mí. Y no mentía, en realidad no me sentía bien.
—No, no —repuso papá rápidamente, como si le fueran dicho una barbaridad—. Estamos bien. Quédate en casa.

Alguien estaba pendiente de mi, quizás era Harry, o Charlie. Dios… Bella. Había quedado en llamarla.

Trate de levantarme para tomar el auricular, pero me dolían mucho las piernas, y los brazos. Sam puso una mano sobre mi hombro, en señal de que debía esperar.

—Adiós, Bella. –dijo papá con voz seca y apática. El corazón se me estrujo y quise marcarle y pedirle disculpa por la forma en que el le había hablado.

- Por que le hablaste así. Debiste pasármela. –le recrimine a papá. El dirigió una mirada cargada de palabras a Sam. Este asintió y volteo a verme.

- No debes y no puedes acercarte a Bella.

julio 16, 2011

Cap. XX

Transición - Transformación

Escuche como gimió nuestro acompañante, y seguidamente vomito dentro del cubo. Por auto reflejo voltee a ver si había vomitado donde era y no había manchado los asientos.

El viaje de vuelta fue incomprensiblemente largo. Me molestaba mas de lo que cuenta llevar un vomitador en la parte de atrás de mi auto “nuevo”.
Bella aun tenia frio, así que mantuve mi brazo a su alrededor; anduvimos en silencio.

Observe a Bella de reojo, ella ni lo noto, su vista estaba clavada en lo que tenia al frente pero su mente estaba flotando. El silencio solo me ponía a pensar en que pensaba ella. Sin importar que fuera yo siempre estaría ahí para ella, para escucharla y tratar de comprenderla. Para ser… su… amigo. Claro que esta que la quería más que eso, pero no puedes obligar a un corazón lastimado a amar.

De pronto Bella se estremeció, supuse que el “frio” se lo estaba causando. La estreche con fuerza para mantenerla calienta.

Cuando llegamos a casa de Bella, la ayude a subir a Mike a la Suburban de el, y yo les seguí desde atrás para luego devolverme con ella.

Mientras nos devolvíamos comencé a sentirme extraño, como mareado, no con ganas de vomitar si no, mas como fuera de mi mismo. Tenía la vista un poco distorsionada, y mi cuerpo expandía olas de calor. Era confuso que ha esta hora de la noche no hiciera frio, no era Bella algo malo en ella, era algo en mi lo que estaba fallando.

— Me autoinvitaría a entrar, en vista de que hemos llegado pronto —dije mientras frenaba detrás de la pickup—, pero creo que tal vez tengas razón sobre lo de la fiebre. Empiezo a sentirme un poco... extraño. –admití.
—Ay, no, ¡tú también! –Grazno Bella– ¿Quieres que te lleve a casa?
—No —dije mientras sacudía la cabeza, quería llegar de una vez y creía ser capaz de manejar—. Aún no me siento enfermo, sólo... mal. Si tengo que acercarme al arcén y parar, lo haré.
— ¿Me llamarás en cuanto llegues? —pregunto Bella con sincero interés y preocupación.
— Claro que sí. –le conteste pronto.

Quería decirle unas cuantas palabras antes de irme. Pero el solo pensarlas me hacia sentir empalagoso. Cursi. Arrugue la frente mientras miraba hacia el bosque, me mordí el labio mientras me debatía en que debía hacer.
Cuando Bella abrió la puerta para bajar, mi mano salto hasta su muñeca para detenerla. Su frio me hizo sentir algo mareado.

— ¿Qué ocurre, Jake?
— Hay algo que quiero decirte, Bella, pero me parece que va a sonar un tanto cursi.

Bella suspiro y resignada respondió.
—Adelante.
—Es sólo esto: sé lo infeliz que eres y que tal vez esto no te ayude en nada, pero quiero que sepas que siempre estaré aquí. No voy a dejarte caer, te prometo que siempre podrás contar conmigo. –Debió sonar como frase de quinceañera– Guau, sí que suena cursi. Pero lo sabes, ¿no? ¿Sabes que nunca jamás te voy a hacer daño?
— Sí, Jake. Lo sé, y ya cuento contigo, probablemente más de lo que piensas.

Sonreí mas de la cuenta por sus palabras. Yo siempre estaría ahí. Pero en este momento no podía estarlo. Me picaban las plantas de los pies y la cabeza amenazaba con dolerme.

Sentí un torbellino en mi estomago, di un respingo. Y me apresure a despedirme. Necesitaba llegar a casa, quizás solo necesitaba descansar.

—Creo que será mejor que me vaya a casa, de verdad.
Bella salto del coche, mientras me alejaba grito.
— ¡Llámame!

Pise a fondo el acelerador, la carretera estaba húmeda, típico de Forks. En pocos minutos ya estaba entrando en territorio de la Push. Cuando llegue a casa me ardían los ojos, y sentía más calor que en un día propio de verano, aparentaba tener al sol sobre mí, calentándome tanto como podía, dirigiendo hacia mi cada uno de sus rayos sobre mi costado. Sin clemencia.

Estacione como pude, logre bajarme del auto a trompicones. Los arboles se azotaban debido a la brisa que había, pero yo sentía el aire, parecido al de un ventilador que esta dentro de una casa de cinc. Era imposible que hiciera tanto calor. Camine hacia la puerta de la casa, bueno corría a decir verdad aunque no me sentía cansado solo quería llegar y eso me impulsaba a correr.


- ¡Jake! –Grito papá en cuando me vio entrar– ¿Qué tienes?
- Estoy bien solo necesito descansar.
- No es eso. Esta…. esta sucediendo.
- Estas alucinando. –entre a mi habitación y caí sobre mi cama.

Un escalofrió me recorrió, dejándome aturdido, y luego otra vez me invadía el calor. Era como sentir dos cosas a la vez. El clima fue calentándome cada vez más, negándose a abandonar mi cuerpo. Quemando cada una de mis extremidades.

- Cálmate Jake. –me tranquilizaba mi papá, sentado en su silla junto a mi. –debes dejarlo fluir en ti. Es tu destino.
- Maldición… y ahora de que demonios hablas.
- Vas a unirte a tus descendientes.
- No… entien…do. –tartamudee a causa de un espasmo que me recorrió el cuerpo.
- Serás lo que debes ser, estarás con los que son como tú… vivirás tu destino como… un licántropo Jake, un lobo. Esta transacción… te estas convirtiendo en lo que son Sam, Paul, Embry… uno de ellos. Tu destino es cuidar a los humanos de seres sedientos de sangre que habitan a nuestro alrededor. Seguirás el linaje de grandes héroes que han cuidado por años nuestras tierras.

Las palabras de papá se entremezclaban con el dolor y las punzadas… estaba inconsciente de la realidad, tanto que no lograba encontrarle sentido a sus palabras o simplemente no tenían sentido. Este dolor no podía ser real, debía de estar dormido, seguramente estaba teniendo una pesadilla. Pero… muy vivida. Una oleada de fuego fluyo desde la planta de mis pies, subía por mi columna, recorriendo todo mi cuerpo, provocándome espasmos en brazos y piernas. Me sentía aturdido, una quemazón manaba por todo mi ser haciendo de mi algo más… algo diferente… antiguo. Irreal.

Mi cuerpo continuaba subiendo de temperatura, papá permanecía a mi lado, me hablaba pero yo no lograba calmarme… no entendía, o no quería entender que esto en realidad me estuviera pasando.

Me estremecí cuando otro temblor subió por mi columna, mi mente comenzó a trabajar a mayor velocidad, algunas voces en mi cabeza daban tumbos, aturdiéndome. Escuchaba a otros hablando en voz alta, o pensando en gran volumen. Escuchaba los autos que pasaban por la carretera, que estaba a… kilómetros de distancia.

Cuando mi cuerpo se doblo hacia adelante, pensé que me estaba volviendo loco. Me levante de la cama, dándome varios golpes contra las paredes, de pronto ya no estaba caminando en 2 piernas, si no en cuatro patas. Tenía un enorme hocico. Grandes patas y mucho pelaje. En gran, gran cantidad. Un color rojo cobrizo me recorría completamente.

Salí corriendo de la casa, dejando un desastre detrás de mí, no lograba equilibrarme. Llegue al bosque en cuestión de segundos, corría a una velocidad insuperable, no chocaba con ningún árbol aún y cuando sobre mis ojos caía una espesa melena que me cubría la vista casi en su totalidad.

Todos los olores chocaban contra mi nariz de forma más notoria, todo era mas claro. No solo lo que me rodeaba, si no también mi naturaleza; que despertaba en mí sin pedir permiso.

julio 14, 2011

Cap. XIX

Umm ardiendo

— No voy a cambiar —susurro con voz lastimera.

Permanecí en silencio, sopesando sus palabras. Aun estaba presente en su destrozado corazón ese que tanto daño le había causado. La única forma en que no me permitiera entrar en su vida, como yo realmente quería; era que el Cullen aun marcaba sus días y sus noches. Sin dejarla continuar su vida de forma normal.

— Se trata aún del otro, ¿verdad? –no me atreví si quiera a nombrarlo. Por miedo a que eso le hiriera.

Agradecí no haberlo hecho, su expresión se crispo del dolor.

— No tienes por qué hablar de ello —aclare en cuanto comprobé que el solo pensar en el la lastimaba, hasta el punto de quedar con la vista perdida.
Ella asintió pero no dijo nada. Aun recordaba al Cullen, pero quizás me permitiera mantenerme a su lado, e insistir un poco.
— Pero no te enfades porque te ronde, ¿vale? —Le palmee el dorso de la mano—. No me voy a rendir. Tengo tiempo de sobra. –recalce.
Ella suspiro, como cansada. O quizás resignada.
— No deberías desperdiciarlo en mí —explico, como si eso fuera suficiente para que me alejara de ella. Era mi tiempo, y ya había decido dárselo por completo a ella.
— Es lo que quiero hacer, siempre y cuando que te guste estar en mi compañía.
— No logro imaginarme cómo no voy a querer estar contigo —no necesitaba más. El resto lo lograría con el pasar del tiempo.
Una gran sonrisa se extendía por mi rostro...
— Puedo vivir con eso.
— No esperes nada más —advirtió. Mientras intentaba por enésima vez retirar su mano de entre las mías. La retuve con terquedad.
— En realidad, esto no te molesta, ¿verdad? —pregunte advirtiendo la respuesta. Con positivismo. Estrecho sus dedos para simbolizar a lo que me refería.
— No.
— Tampoco te preocupa lo que él piense —no era una pregunta. Alce el pulgar en dirección a los servicios para mostrar a lo que me refería.
— Supongo que no.
— En tal caso, ¿cuál es el problema?
— El problema —comenzó— es que esto tiene un significado diferente para mí que para ti.
— Bueno —de forma protectora aferre más su mano entre las mías—. Ése es mi problema, ¿no?
— Perfecto —refunfuño—, pero no lo olvides.
— No voy a hacerlo. Ahora soy yo quien sujeta la granada sin el seguro, ¿no? —me burle mientras le codeaba las costillas.
Bella puso los ojos en blanco algo sorprendida por mi chiste. En realidad esperaba que me dejara intentarlo.

Reí entre dientes y comencé a acariciar de forma distraída diseños en el dorso de su mano, con la yema del dedo. De pronto sentí una protuberancia en su muñeca. No sabía que era.

— ¡Qué cicatriz tan rara tienes ahí! —Dije mientras giraba su mano para verla bien—. ¿Cómo te la hiciste?
Con el índice de mi mano libre recorrí la cicatriz, que aunque era apenas visible sabía que ahí estaba.
— ¿De verdad esperas que recuerde dónde me hice todas las cicatrices?
— Está fría —señale mientras presionaba suavemente la extraña cicatriz.
Justo en ese momento alguien que fuera preferido continuara vomitando, salió del baño. Sentí algo de lastima por que el chico venia dando tumbos y tenía un aspecto horrible, peor que el normal.

— ¡Mike! —exclamo Bella casi tartamudeando.
— ¿Te importa que nos vayamos ya? —susurró.
— No, por supuesto que no —salto de mi lado, para irse junto al blandengue por lógica soltó su mano de entre las mías.
— ¿Era demasiado fuerte para ti la película? —pregunte molesto.

El me miro molesto y farfulló:
— En realidad, no he visto prácticamente nada. Sentí náuseas antes de que apagaran las luces. –entonces para que entre, se fuera limitado a irse y dejarnos solos.
— ¿Por qué no lo dijiste? —pregunto Bella, mientras Bella lo ayudaba a salir.
— Esperaba que se me pasase.
— Un segundito —pedí en cuanto llegamos a la puerta. Me fui hasta el puesto donde vendían palomitas, no quería que el estúpido vomitara dentro de mi auto, y lo ensuciara todo.
— ¿Podría darme un cartucho vacío de palomitas? –le pedí a la dependienta.
La chica miro al enfermo una sola vez y me entregó un cartucho enseguida.
— Llévelo fuera cuanto antes, por favor —me pidió.

Bella llevaba al chico casi cargado para ayudarlo a llegar hasta afuera. Yo me limitaba a caminar de ellos. Pero sola no iba a poder meterlo dentro del auto. La ayude y apenas estuvo dentro lo mire con recelo y le entregue el cartucho.
— Por favor —me limite a decirle.
Bajamos los cristales de las ventanillas para que entrara aire, albergando la esperanza de que eso ayudara al blandengue para que no vomitara de nuevo. Bello envolvió su cuerpo con los brazos para conservar el calor.
— ¿Tienes frío otra vez? —pregunte, aunque ya sabia que así era. La rodee con el brazo que tenía libre antes de que respondiera.
— ¿Tú no?
Negué con la cabeza. En realidad tenía tanto calor que podría dejar de usar camisa. Parecía como si fuera medio día y el sol estuviera posando.
—Debes de tener fiebre o algo así —me toco la frente con los dedos y sentí sus dedos fríos como sobre mi piel.

—Vaya, Jake... ¡Estás ardiendo! –exclamo sorprendida.
—Me siento bien —espete con un encogimiento de hombros—. Estoy sano como un roble.
Me volvió a tocar la cabeza. Su frio parecía hielo.
—Tienes las manos heladas —me queje.
—Tal vez sea yo —dedujo.

julio 09, 2011

Cap. XVIII

Persistente

Trate de mantenerme tranquilo cuando el rubiecillo apoyo su mentón sobre el hombre del asiento donde iba Bella, con su mejilla rozando lo de ella. Respire hondo sin mostrar ningún atisbo de molestia, recurriendo a todo mi autocontrol para no bajarlo del auto a golpes.

Me sentí mejor cuando vi de reojo como Bella, se giraba poco a poco, hasta quedar de espaldas a la ventana, alejándose de el, mientras hablaba disimuladamente conmigo.

Bella me pregunto curiosa, acerca del auto. Ya que le parecía que andaba muy bien, mientras respondía el pasajero molestoso me interrumpió con tono pedante.

— ¿No funciona la radio de este trasto?
—Sí —contestó tratando de hablar tranquilo—, pero a Bella no le gusta la música. –explique a regañadientes. Seguramente el no lo había notado, pero en Bella habían cambiado muchas cosas, solo alguien que la quiere podría notarlo. Y yo era uno de ellos.

Bella me miraba sorprendida, no esperaba que me fuera dado cuenta de ese detalle insignificante para algunos.

— ¿A Bella? —preguntó extrañado.
—Tiene razón —susurro Bella. De reojo vi como ella permanecía atónita y no dejaba de verme.
— ¿Cómo no te va a gustar la música? —continuo el chico.
—No sé —me encogí de hombros—. Es sólo que... me molesta.
—Bah.

El rubiecillo se echó hacia atrás murmurando algo poco entendible, pero por alguna razón lo escuche como si me lo fuera gritado al oído.
“Por favor… a quien no le gusta la música.”

Cuando llegamos al cine, busque el billete de 10 dólares que había sacado de mis pocos ahorros y se lo entregue a Bella.

— ¿Y esto por qué? —pregunto.
—No tengo la edad necesaria para entrar en este cine sin la compañía de un adulto. –le conteste sarcásticamente.
Bella rio con ganas.

—Y a propósito de los parientes adultos... ¿Va a matarme Billy si te meto de tapadillo a ver esta película?
—No, le dije que planeabas corromper la inocencia de mi juventud. –conteste sinceramente.

Bella soltó una risita entre dientes. Cuando me di cuenta teníamos pegado atrás a su amigo.

Compramos las entradas para esa película que quería ver Bella, a mi no me llamaba mucho la atención, y cuando inicio la funcione supe por que. Los efectos especiales eran… estúpidamente falsos e irreales. Uno siempre sabe que son mentiras, pero en este caso era demasiado falso y obvio.
Las personas salían volando por los aires como si tuvieran alas, otra termino sin cabeza. Los coches al igual que las personas parecían tener alas. La sangre de los heridos salía disparada de sus cuerpos como si de una manguera se tratase.

No pude evitar reírme por lo irreal que me resultaba la película, una pareja del puesto del frente se estremecía cuando alguien salía herido o moría “trágicamente”, yo solo podía reírme.

— ¿Qué ocurre? —me pregunto extrañada Bella.
— ¡Oh, vamos! —le conteste en un susurro—. La sangre que chorrea ese tío llega a más de seis metros... ¡¿A quién pretenden engañar?!

Me reí entre dientes, cuando el asta de una bandera dejó empalado a otro hombre en un muro de hormigón.

Al rato Bella me acompaño con su risa. Quizás alcanzo a ver lo mismo que yo. Lo irreal de la película. Aproveche que estaba sentado junto a ella, para colocar mi mano sobre el apoyabrazos que estaba junto a Bella. Esperaba que ella entrelazara sus dedos entre los míos. Pero en cambio cruzo los brazos con determinación sobre el pecho. Al rato note que no lo había hecho por mi, si no por quien estaba a su otro costado, pues este había tomado la misma posición que yo.

El chico gimió como si algo le doliera.
—Mike, ¿estás bien? –escuche a Bella preguntar.
—No —contestó entrecortadamente—, creo que estoy enfermo.

El gimió una vez más y salió disparado como boleo hacia la puerta. Bella se levanto para seguirle y yo de inmediato me levante para ir con ella, pero ella testadura como siempre me contesto:

—No, quédate. Voy a asegurarme de que está bien. –si claro, como si creyera que iba a quedarme aquí mientras ella se iba a atender al debilucho ese que no es capaz de soportar una película con sangre y heridas falsas.

—No tenías que haber venido. Aprovecha tus ocho pavos de gore —insistió Bella mientras caminábamos por el pasillo. Como si pensara que realmente iba a devolverme q ver una película que para nada era de mi agrado. Lo único bueno de estar ahí dentro era su compañía.

—Ésa sí que es buena. Te los puedes quedar, Bella. Esa película es una mierda —conteste levantando la voz cuando salimos del cine.
Cuando llegamos afuera de la sala no vimos al chico en ninguna parte. Imagina que estaría en el baño, así que entre. Sintiéndome satisfecho de que Bella no siguiera reclamándome, seguramente a ella no le fuera gustado entrar al baño de hombres.

Cuando abrí la puerta, escuche a alguien en el baño, el sonido era tan fuerte que podría creerse estaba vomitando las tripas. Lo vi de espalda inclinado a un lavamanos. Me devolví hacia el pasillo, cerrando la puerta otra vez a mis espaldas.

—Está ahí dentro. Todo en orden —dije poniendo los ojos en blanco—. ¡Qué blandengue! –me burle– Deberías haber buscado a alguien con más estómago, alguien que se ría en las películas gore que hacen vomitar a otros. –le sugería claramente refiriéndome a mi.

—Abriré bien los ojos en busca de alguien así.

Estábamos los dos solos en el pasillo, se podía escuchar las palomitas que se saltaban victimas del calor dentro de la maquina. Pero además aun podía escuchar al blandengue vomitar escandalosamente, y el ruido de una bala incrustándose en el cerebro de alguien, durante la función que estábamos viendo anteriormente.

Fui a sentarme a uno de los sillones tapizado de terciopelo pegado a la pared, ignorando los fuertes ruidos, que aunque eran lejanos los escuchaba claramente. Por una razón que desconocía.

De forma distraída le di unos golpecitos al asiento que estaba junto a mí, con la vista clavada en Bella, invitándola a sentarse.

—Tenía pinta de que iba a estar ahí dentro durante un buen rato —dije tranquilamente mientras estiraba mis piernas para acomodarme bien en el asiento a esperar.

Ella suspiro pero a la final vino a sentarse a mi lado. Ya que estábamos solos, y el debilucho tardaría un rato, podía aprovechar el momento a solas con ella. Me acercó a ella en cuanto se senté y le pase el brazo por los hombros.

—Jake —protesto como casi siempre mientras se alejaba de mí.
Deje caer el brazo aparentando tranquilidad, y pareciendo inmutado ante su rechazo. Extendí la mano y tome la suya con firmeza, rodee su muñeca con la otra mano libre cuando ella intento retirarla.

—Espera, espera un momento, Bella —hable calmadamente—. Dime una cosa. –pedí.

— ¿Qué? —murmuro son una mueco de evidente disgusto. Pero eso no me frenaría.

—Te gusto, ¿vale?

—Sabes que sí. –permanecí tranquilo en el exterior mientras mi corazón daba brincos.

— ¿Más que ese vacilón que está vomitando hasta la primera papilla? —me burle mientras señalaba con la cabeza la puerta del baño.
—Sí —suspiro.

— ¿Más que cualquiera de los chicos que conoces? —permanecí tranquilo y sereno, sabiendo que su respuesta seria que si. Estaba consiente de que a ella no le gustaba nadie de su clase o de cualquier otro rincón de Forks. O por lo menos no ahora, hace unos meses seguramente su respuesta fuera sido otra.
—Y más que las chicas —aclaro.

—Pero eso es todo —aclare mas para mi que para ella. Aunque esas palabras me quemaran la garganta. Sabía cual era su respuesta y eso debía ser más que suficiente para mantenerme alerta pero tranquilo. Tenía tiempo de sobra para que su próxima respuesta cambiara.

—Sí —susurro casi con miedo a herirme.
Le ofrecí una gran sonrisa para tranquilizarme.

—Pues no hay problema, ya sabes, como tú eres la que más me gusta y crees que estoy bien... Estoy preparado para ser sorprendentemente persistente.


julio 04, 2011

Cap. XVII

Tú… Sobras… ¿por que no te vas?


La mañana siguiente me fui casi sonámbulo a la escuela. Cuando salí de clases Quil me esperaba en la entrada, tenia el ceño fruncido.
— ¿Qué traes? ¿Por qué esa cara?
— Me suspendieron.
Puse mi mejor cara de interrogante
— ¿Con quien peleaste? –era clave en Quil… siempre se peleaba con alguien.
— Embry
— ¿Que le dijiste?
— Que era un idiota.
— Es cierto. Pero que mal que te castigaran. ¿Le pegaste?
— A el… no. A Paul, que se metió en la discusión. De seguro me van a castigar.
— No lo dudes.
— te iba a invitar para el cine. Con Bella y unas amigas de ella. Pero bueno, ya no creo que se pueda.
— Eres un…
— Jajajaja… quizás no te castiguen… ruega.
— Eres un sucio. Ya veras
— Si, quiero verlo. Te acompaño a tu casa.
Llegamos a su casa y la respuesta de su mamá, fue más que predecible. Por esa razón yo me había venido.
— ¡¿QUEEE?! ¿Cómo que te peleaste? Estas loco.
— No fue nada mamá el empezó.
— Si claro, como si no te conocería.
— Mejor ni lo intentes — le susurre en el oído a Quil.

Me fui de casa de Quil, sin parar de reírme. Llegue a casa y me di un baño, busque una camisa negra y unos jeans, estaba casi seguro que la ropa se estaba encogiendo.

Prendí el motor del auto, esta era la inauguración, su primera salida oficial. Maneje hasta casa de Bella, ella aun no llegaba. Salí de mi Auto, —no me cansaba de decirlo… Mi Auto— y me apoye en el capó para esperarla.

Al cabo de un minuto, escuche el silencioso motor de su pickup. Me reí sarcásticamente, vi a Bella bajarse rápidamente del auto, riendo y seguramente admirando mi coche.

— ¡Increíble! — Exclamo en voz alta apenas estuvo fuera del auto—. ¡Lo has acabado! ¡No me lo puedo creer! ¡Has terminado el Volkswagen Golf!
Una sonrisa radiante se extendió por mi rostro.

—Esta misma noche... Éste es el viaje inaugural.

Bella alzo su mano para chocarla con la mía, lo hice rápidamente y sin meditarlo mucho aproveche y entrelace mis dedos entre los de ella. Ese simple gesto me hacia feliz.

—Así pues..., ¿conduzco yo esta noche?
—Segurísimo —contesto ella. Bella dio un profundo suspiro.
— ¿Qué ocurre?
—Me rindo... No puedo superar esto. Tú ganas. Eres el mayor.
Me encogí de hombros, era algo inevitable. Y obvio. No se por que lo llego a dudar.
—Naturalmente que lo soy.
Una Suburban dobló la esquina dando ronquidos. Bella retiro su mano de la mía, por el rubiecillo ese que venia llegando.
— Recuerdo a ese tío —dije mientras este se estacionaba al otro lado de la calle—. Es el que se creía que eras su novia. ¿Sigue confundido?
Bella enarco una ceja
— Hay gente inasequible al desaliento. —eso no era del todo cierto
—Puede que no —repuse pensativamente—; a veces, la persistencia tiene su recompensa. —y esta era la mejor prueba.
—Aunque la mayoría de las veces sólo es un fastidio.
El rubiecito salió del coche y cruzó la calle.
—Hola, Bella —saludo. Cuando me observo, pude atisbar algo de cautela y temor. Bella me miro al mismo tiempo. El chico se veía algo enano. Me llegaba por el hombro, Bella me llegaba casi cerca del corazón, pero era en lo que menos pensaba cuando estaba junto a ella.
—Hola, Mike. ¿Recuerdas a Jacob Black?
—La verdad es que no —mintió, mientras me tendía una mano.
—Soy un viejo amigo de la familia —dije fingiendo calma. Estreche su mano con toda la fuerza de la que fui capaz. El también lo intento, pero fue en vano. Luego de que le soltara el flexiono los dedos.
Oí sonar el teléfono de la cocina e inmediatamente Bella dio una carrera hacia la casa.
—Será mejor que conteste. Podría ser Charlie. —grito ya de espaldas.
No cruzamos palabra alguna mientras Bella hablaba por teléfono. Que clase de enfermedad sufriría ese chico, que le hace pensar que es bueno para Bella. El solo es un fastidio.

Moví la cabeza de un lado a otro. Sin encontrar razón alguna. Sentí que alguien me observaba, el rubiecillo me miraba cauteloso pero molesto a la vez. Yo solo fingí ignorarlo y mantener mi cara de sin importancia. Y una sonrisa sarcástica.

—Angela está enferma —dije Bella desanimada cuando llegue a nosotros—, por lo que ni ella ni Ben van a venir.
—Parece que la gripe ataca de nuevo. Austin y Conner faltaron hoy a clase. Tal vez deberíamos dejarlo para otro momento —apunto el rubiecillo.
Ese era mi momento para deshacerme de el. Y hacer esta salida solo para Bella y para mí.
—Yo todavía quiero ir, pero si prefieres retirarte, Mike... —ofrecí rápidamente antes de que Bella secundara la idea del chico.
—No, yo voy —me interrumpió velozmente. Temeroso de dejarnos ir solos, perdiendo así cualquier chance que creyera conservar—. Sólo estaba pensando en Angela y Ben. Vamos.
Camino hacia su vehículo. Estuve apunto de protestar cuando Bella hablo.
— ¿Te importa que conduzca Jacob, Mike? Se lo prometí porque acaba de terminar su coche. Lo ha hecho con sus propias manos partiendo de cero —dijo orgullosa de mi, me recordó vagamente a una madre durante la presentación de su hijo en la escuela.
—Estupendo —replico el rubiecillo molesto.
—En ese caso, vamos —trate de no reírme. Para no hacerlo quedar más mal.
Mike se subió al asiento trasero de mi Golf con cara de perro enfadado.
Bella se sentó adelante conmigo. Una risita se escapo de entren mis labios por la situación.

Mike agresivo; Bella pasiva y tranquilo; y yo Asertivo y con una gran sonrisa.

julio 01, 2011

Cap. XVI

Lo se…quizás, tan solo quizás quede como IDIOTA!!!

Con el pasar de los días, Bella mejoraba montando moto, nos ahorramos las visitas al médico y las malas mentiras de ella.

Pasábamos casi todos los días juntos, pero una fecha se acercaba y una idea loca me atravesó la mente. En un par de días seria San Valentín, nunca me había preocupado por esa fecha, buscar un regalo perfecto para una persona perfecta; no circulaba entre mis prioridades. Pero Bella despertaba en mí, más de una idea descabellada.

Aproveche una mañana en la que ella tenía que trabajar y me fui al pueblo. Camine por las calles buscando que comprarle pero nada me parecía apropiado.

Los negocios estaban llenos de cosas rosas, flores envueltas en papel transparente con dibujos rosas, peluches gordos, con grandes orejas y ojos lastimeros. Había uno con un gran corazón entre las manos que decía “Te Amo”. Sabía que ni en sueño le daría ese peluche, era tan… tan… lleno de felpa que daba mareo.

Termine entrando a una pastelería, las vitrinas estaban llenas de tortas con letras rosadas que decían “Feliz Día”. Vi una caja de caramelos en forma de corazón y me parecía lo menos cursi que había en toda la ciudad. Era normal, típico, y no tenía mensajes comprometedores que la hicieran sentirse cohibida o presionada. Y además era económica, solo 50 centavos. No podía quejarme.

Llego el sábado. 14 de Febrero. No sabia que decirle a Bella. Escuche cuando Bella venia llegando, me apresure a la habitación a buscar la pequeña cajita rosa, papá estaba en la cocina, asomando la cabeza en cuanto me escucho corriendo de una lado de la casa al otro, en poco tiempo y con la cajita rosada en la mano.

Una risita se escapo de entre sus dientes, pero lo ignore y seguí hasta la puerta de la entrada. Me detuve reclinado contra el marco, manteniendo la caja a mis espaldas, como un chiquillo enamorado.

Me contuve ahí de pie, tranquilo mientras Bella estacionaba. Apenas se detuvo avance hasta ella. Saque la mano de mi espalda y la tendí frente a ella.

—Feliz día de San Valentín —le dije con una sonrisa pero inevitablemente mirando mis pies. No tenía valor de levantar la vista para verla burlarse.

—Jo, me siento como una gilipollas —balbuceo—. ¿Hoy es San Valentín?
Asentí con una tristeza más que fingida, no se lo había tomado mal. Solo le causaba gracia que no lo recordaba.

— Mira que a veces puedes estar en la inopia. Sí, hoy es catorce de febrero. Entonces, ¿vas a ser mi enamorada el día de hoy? —Pregunte sarcásticamente, haciéndome el serio— Dado que no tienes una cajita de caramelos de cincuenta centavos, es lo menos que puedes hacer.

— ¿Qué implica eso exactamente? —pregunto cautelosa.

—Lo de siempre... Que seas mi esclava de por vida, y ese tipo de cosas. —le hable en broma para que no se asustara ni se sintiera comprometida.

—Ah, bueno, si es sólo eso... —se burlo mientras tomaba uno de los caramelos de la caja y se lo llevaba a la boca.

—Bueno, ¿qué vamos a hacer mañana? ¿Senderismo o una visita a urgencias? —una risita se escapo entre mis labios. Las visitas a urgencias habían más que disminuido.

—Senderismo —decidí—. No eres el único capaz de obsesionarse con algo. Empiezo a creer que me he imaginado ese prado... —torció el gesto desanimado.

—Lo encontraremos —le asegure confiado—. Motos el viernes, ¿vale?
Entonces vi la ocasión y me lancé a ella sin pensarlo dos veces.

—El viernes voy a ir al cine. Siempre se lo estoy prometiendo a mis compis de la cafetería.

Valla, perfecto. Ahora si me sentía más que Idiota… Tú le das una caja estúpidamente rosa, llena de caramelos. Y su regalo es dejarte plantado el viernes para salir con sus “amuchis” al cine. La decepción me abrumo y cohibido clave la vista en el suelo.

—Tú también vendrás, ¿no? —corrigió rápidamente al ver mi depresión, y mis casi lagrimas de cocodrilo—. ¿O será para ti un latazo soportar a un grupo de aburridos estudiantes de último año? —bromeo. Como si me cayeran mal... puff por favor. Solo no me caían… bien.

— ¿Te apetece que vaya yo... con tus amigos? —pregunte precavido.

—Sí. Me divertiré mucho más si vienes tú. Invita a Quil, haremos una fiesta.

—Quil va a flipar. ¡Chicas del último curso! —un sueño hecho realidad. Me reí con verdaderas ganas poniendo los ojos en blanco. Repentinamente me llego la imagen de Embry a la mente, pero no quise mencionarlo. Perdía mi tiempo de solo pensarlo.

Bella se rio conmigo ignorando mis pensamientos.

— Intentaré llevarle un grupo variado.
Pase la noche terminando de reparar el auto. Cada pieza que quedaba justa, me reconfortaba y me sacaba una sonrisa.

Al llegar las 2 de la mañana ya estaba terminado. Le di una ultima pulida y quedo reluciente. Nadie podía decir que mi carro no valía, era mi obra maestra.