Los personajes referidos a la saga Crepúsculo que son usados en este blog son propiedad de Stephenie Meyer.

julio 14, 2011

Cap. XIX

Umm ardiendo

— No voy a cambiar —susurro con voz lastimera.

Permanecí en silencio, sopesando sus palabras. Aun estaba presente en su destrozado corazón ese que tanto daño le había causado. La única forma en que no me permitiera entrar en su vida, como yo realmente quería; era que el Cullen aun marcaba sus días y sus noches. Sin dejarla continuar su vida de forma normal.

— Se trata aún del otro, ¿verdad? –no me atreví si quiera a nombrarlo. Por miedo a que eso le hiriera.

Agradecí no haberlo hecho, su expresión se crispo del dolor.

— No tienes por qué hablar de ello —aclare en cuanto comprobé que el solo pensar en el la lastimaba, hasta el punto de quedar con la vista perdida.
Ella asintió pero no dijo nada. Aun recordaba al Cullen, pero quizás me permitiera mantenerme a su lado, e insistir un poco.
— Pero no te enfades porque te ronde, ¿vale? —Le palmee el dorso de la mano—. No me voy a rendir. Tengo tiempo de sobra. –recalce.
Ella suspiro, como cansada. O quizás resignada.
— No deberías desperdiciarlo en mí —explico, como si eso fuera suficiente para que me alejara de ella. Era mi tiempo, y ya había decido dárselo por completo a ella.
— Es lo que quiero hacer, siempre y cuando que te guste estar en mi compañía.
— No logro imaginarme cómo no voy a querer estar contigo —no necesitaba más. El resto lo lograría con el pasar del tiempo.
Una gran sonrisa se extendía por mi rostro...
— Puedo vivir con eso.
— No esperes nada más —advirtió. Mientras intentaba por enésima vez retirar su mano de entre las mías. La retuve con terquedad.
— En realidad, esto no te molesta, ¿verdad? —pregunte advirtiendo la respuesta. Con positivismo. Estrecho sus dedos para simbolizar a lo que me refería.
— No.
— Tampoco te preocupa lo que él piense —no era una pregunta. Alce el pulgar en dirección a los servicios para mostrar a lo que me refería.
— Supongo que no.
— En tal caso, ¿cuál es el problema?
— El problema —comenzó— es que esto tiene un significado diferente para mí que para ti.
— Bueno —de forma protectora aferre más su mano entre las mías—. Ése es mi problema, ¿no?
— Perfecto —refunfuño—, pero no lo olvides.
— No voy a hacerlo. Ahora soy yo quien sujeta la granada sin el seguro, ¿no? —me burle mientras le codeaba las costillas.
Bella puso los ojos en blanco algo sorprendida por mi chiste. En realidad esperaba que me dejara intentarlo.

Reí entre dientes y comencé a acariciar de forma distraída diseños en el dorso de su mano, con la yema del dedo. De pronto sentí una protuberancia en su muñeca. No sabía que era.

— ¡Qué cicatriz tan rara tienes ahí! —Dije mientras giraba su mano para verla bien—. ¿Cómo te la hiciste?
Con el índice de mi mano libre recorrí la cicatriz, que aunque era apenas visible sabía que ahí estaba.
— ¿De verdad esperas que recuerde dónde me hice todas las cicatrices?
— Está fría —señale mientras presionaba suavemente la extraña cicatriz.
Justo en ese momento alguien que fuera preferido continuara vomitando, salió del baño. Sentí algo de lastima por que el chico venia dando tumbos y tenía un aspecto horrible, peor que el normal.

— ¡Mike! —exclamo Bella casi tartamudeando.
— ¿Te importa que nos vayamos ya? —susurró.
— No, por supuesto que no —salto de mi lado, para irse junto al blandengue por lógica soltó su mano de entre las mías.
— ¿Era demasiado fuerte para ti la película? —pregunte molesto.

El me miro molesto y farfulló:
— En realidad, no he visto prácticamente nada. Sentí náuseas antes de que apagaran las luces. –entonces para que entre, se fuera limitado a irse y dejarnos solos.
— ¿Por qué no lo dijiste? —pregunto Bella, mientras Bella lo ayudaba a salir.
— Esperaba que se me pasase.
— Un segundito —pedí en cuanto llegamos a la puerta. Me fui hasta el puesto donde vendían palomitas, no quería que el estúpido vomitara dentro de mi auto, y lo ensuciara todo.
— ¿Podría darme un cartucho vacío de palomitas? –le pedí a la dependienta.
La chica miro al enfermo una sola vez y me entregó un cartucho enseguida.
— Llévelo fuera cuanto antes, por favor —me pidió.

Bella llevaba al chico casi cargado para ayudarlo a llegar hasta afuera. Yo me limitaba a caminar de ellos. Pero sola no iba a poder meterlo dentro del auto. La ayude y apenas estuvo dentro lo mire con recelo y le entregue el cartucho.
— Por favor —me limite a decirle.
Bajamos los cristales de las ventanillas para que entrara aire, albergando la esperanza de que eso ayudara al blandengue para que no vomitara de nuevo. Bello envolvió su cuerpo con los brazos para conservar el calor.
— ¿Tienes frío otra vez? —pregunte, aunque ya sabia que así era. La rodee con el brazo que tenía libre antes de que respondiera.
— ¿Tú no?
Negué con la cabeza. En realidad tenía tanto calor que podría dejar de usar camisa. Parecía como si fuera medio día y el sol estuviera posando.
—Debes de tener fiebre o algo así —me toco la frente con los dedos y sentí sus dedos fríos como sobre mi piel.

—Vaya, Jake... ¡Estás ardiendo! –exclamo sorprendida.
—Me siento bien —espete con un encogimiento de hombros—. Estoy sano como un roble.
Me volvió a tocar la cabeza. Su frio parecía hielo.
—Tienes las manos heladas —me queje.
—Tal vez sea yo —dedujo.

1 comentario:

  1. jaja mike debe verse horrible... ahora voy a leer el sig cap... creo q viene la mejor parte!!!

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