Relato para Dulce Cautiva. Villa Vampiro
Corazón de Plata
No todos los días pueden ser felices, no siempre se le puede sonreír al mundo, no puedo solo fingir que estoy bien cuando el pesar va tomado de mi mano; cómo explicarle a quienes te critican sin saber que puedes acabar con sus vidas en un segundo, si soy diferente, lo presienten pero igual me señalan, no hablo igual, no visto igual, y ahora el mundo me da igual… tomo la decisión de decirle NO a todos los que me quieren cambiar… soy lo que soy, no hay vuelta atrás.
Me escondí bajo el Puente Garibaldi, lejos de los básicos humanos, odiaba tener en mi mente a Vincent, lo amaba, habíamos casado juntos por años, pero él era… especial. No cazábamos donde mismo y tampoco cazábamos lo mismo. El se conformaba con unos insípidos animales, yo no podía. Solo la sangre humana era capaz de satisfacerme. Era una disputa que tratábamos de hacer a un lado por el amor. Pero no era fácil, yo no podía continuar aquí, la población del pueblo no era tan extensa ya, debía irme, pero el… él quería quedarse aquí en Verona, yo estaba harta de esta ciudad y necesitaba un lugar tan poblado que las entes de seguridad no notaran los leves cambios en las tasas de mortalidad, no lo pensé mucho al decidir irme, el ya no podía atarme a Roma, y menos a la ciudad. Estaba ya un poco asqueada del romance que relucía en toda Verona “La ciudad de Romeo y Julieta”, todo era mejor al principio cuando nos vinimos de Grecia, pero ya no, era momento de irme, el romance de la ciudad solo lograba debilitarme.
Camine hasta un museo deshabitado donde me había estado escondiendo los últimos días, me detuve en la puerta mirando la solitaria luna, arriba sin compañía, sintiendo envidia del Sol que podía presenciar al mundo, mientras ella tenía permiso solo para salir de noche y contemplar las calles desoladas y a los habitantes de la noche; sentía lastima por ella, todo el tiempo ahí, solo observando cómo el mundo se destruía por sus propios habitantes.
Termine de entrar, me senté y deje caer la cabeza sobre la mesa de mármol Francesa, respire hondo, gire la cabeza y cuando clave la vista en una gran biblioteca divise un globo terráqueo, lo tome y comencé a girarlo y girarlo, deje que mi dedo callera sobre cualquier parte, mi sorpresa fue grande, cuando vi que me alejaba bastante de donde estaba… pero que importaba ese era mi propósito, ¿no?
Cleveland, quedaba más que lejos, era lo mejor. Irme, conocer gente “nueva” que luego dejaría de serlo para convertirse en común. Sabía que no conseguiría nada diferente, más que comida. Pero igual tome mis pocas pertenencias, algunas camisas y pantalones viejos, las tarjetas de crédito, el efectivo y lo junte todo dentro de una mochila verde oscura.
Cuando salí del museo, me encontré a Vicent, recostado en la pared lateral con un pie sobre el muro. El tenia un instinto muy fuerte, cuando de mi se trataba.
- ¿Te vas? –pregunto cabizbajo. Su cabello negro estaba ya largo, caía liso sobre sus ojos café.
- Si… yo… lo lamento. No puedo quedarme aquí.
- No valdría mucho si te lo pidiera de nuevo, ¿cierto?
- Sabes que no…
- Podemos mudarnos a otra ciudad si estas tan cansada de esta. Y bueno… trataremos de resolver lo de la cacería. Quizás…
- No Vincent, para lo primero no hay otro lugar al que me apetezca ir, ya hemos estado en Millán, Palermo, Nápoles, Florencia, etc. no quiero más estar aquí. Necesito alejarme. Y de lo segundo pues… sabes que no voy a cambiar de parecer, lo he intentado, eres consciente de ello… pero no es normal vivir así. No puedo.
- Lo sé… no te abrumare con eso. Es una conversación de antaño… pero vas a estar sola… -las excusas expiraban.
- Estuve sola por años… igual que tú… antes de conocernos. Seguro me las apañare bien.
- Por favor, déjame un número. Comunícate cuando llegues… o… algún día.
- Lo prometo.
Se acerco a mí tan rápido que no pude alejarme, me tomo en brazos y me beso como antes, como ahora, como siempre; nunca podría olvidar sus besos; el mundo se borraba y los débiles humanos y sus problemas quedaban eclipsados hasta desaparecer de mi vista.
Sus labios eran el mejor aliado de mis sentimientos por él… me separe un poco mientras respiraba con una seguridad dudosa. Me costaba dejarlo atrás, pero no podía continuar aquí, necesitaba algo más.
- Te amo –susurro con su frente pegada a la mía –Siempre será así Auri.
Suspire melancólica, no me gustaba despedirme. No pensaba hacerlo, pero claro el no me dejaría irme sin decirme adiós.
- Y yo a ti. Lamento irme. Pero no puedo seguir aquí… no así. Adiós.
Me di la vuelta y comencé a correr mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. Odiaba dejarlo atrás. Odiaba tener un corazón tan duro, capaz de abandonar a mi único amor por la sangre y un lugar nuevo. Pero así era yo, al parecer era tan dura como la plata y tan fría como un tempano de hielo, no había remedio para mi alma contaminada.
Abandone la ciudad, cruzando bosques y montañas, acantilados y ríos. Pasaba tan rápido que los animales del bosque no me notaban siquiera; cuando llegue a Lisboa, Portugal; decidí que era hora de tomar un barco que me llevara hasta un puerto en Estados Unidos, cerca de Boston y de ahí irme hasta Cleveland.
Ir en el barco era algo… complicado… y peligroso para los demás pasajeros. Trate de controlarme como me había explicado Vincent, me puse un suéter solo por apariencia y salí a la cubierta del barco, respire hondo hasta sentir llenos los pulmones, expulse el aire poco a poco y me concentre en el mar y su grandeza; olvidando que habían cerca de mi más de 5 personas con sus corazones bombeando una sangre más que provocativa, podía olerlos y saborear la sangre imaginándomela en mi boca, y además recordé que en el resto del barco habían más de 500 humanos.
Era más fácil si no pensaba en ello, agradecí haberlo practicado antes, me mantuve todo el viaje ahí, de pie, quieta, solo viendo a la deriva. Olvidando todo lo demás, solo recordando… odiaba recordar pero cuando intentaba ser un poco civilizada siempre recordaba a mi gran amor, ese que había dejado solo allá en Verona.
Nos acercábamos al puerto en Boston, casi nadie se había dado cuenta, pero mi agudo sentido de la vista, me permitía distinguirlo aún a lo lejos. Baje a buscar mis cosas mientras contenía la respiración. Logre salir airosa del barco, sin matar a nadie.
Me sentía orgullosa en realidad…
Era un sentimiento extraño, pues yo sabía que mi naturaleza era cazar, dar muerte, beber sangre… humana.
Pero se sentía tan bien no quitarle la vida a alguien, aunque este fuera un ser cotidiano y normal.
Camine un poco por el pueblo y entre a unos edificios cercanos, había un pequeño café; entre y me senté en la mesa más alejada mientras me tomaba un refresco para relajarme y calmar un poco mi verdadera sed…
Llegue a un hotel pequeño para pasar la noche, bañarme y poder cambiarme de ropa. Me recosté sobre la pequeña cama, sobre unas sabanas usadas y con mucho a olor a detergente. Decidí que mi viaje a Cleveland debía hacerlo corriendo, no me sentía muy segura y capaz de ir en un avión encerrada. Era mejor no arriesgarme.
- Buenos días mi único amor.
Solo es un sueño me dije a mi misma cuando la dulce voz de Vincent reboto en mis oídos y me rasgo el muerto corazón.
- Puedes abrir los ojos, por favor.
- Es mentira… -enmudecí cuando escuche mi voz, esperaba que al ser un sueño solo se escuchara mi voz en mi dañada cabeza.
Abrí un ojo y cuando lo vi me corrí hacia atrás y me senté inmediatamente…
- Es imp… ¿qué haces aquí? ¿Cómo?
- Te he seguido desde que te fuiste… o casi… no tarde mucho tiempo en darme cuenta de que no puedo vivir sin ti… no después de que te encontré… ¿cómo perderte? No, no puedo, te amo demasiado como para dejarte ir tan fácilment…
Lo bese sin dejarlo terminar, había venido por mí. No importaba a qué lugar del mundo fuera mientras él estuviera a mi lado. Todo podía mejorar mientras estuviéramos juntos.
- Te amo… -dije en medio de un tierno beso – no puedo creer que estés aquí –dije con una radiante sonrisa.
- Y yo te amo el doble Auri, eres lo único verdadero por lo que puedo seguir viviendo.
- Podremos salir adelante –exclame más que confiada.
- Sé que si… te vi en el barco. Pudiste superar tus instintos. Admiro tu fuerza de voluntad.
- No tanto como yo la tuya –dije contrariada.
- He estado más tiempo practicando. Podrás algún día… si te lo propones… no quiero presionarte.
- No… está bien… tienes razón. No es necesario que me lo digas. Prometo intentarlo una vez más y otra, y otra si es necesario.
Me beso una vez más, me alegraba verlo tan feliz.
- Si quieres podemos volver a Roma –le ofrecí a los minutos.
Yacía acostado a mi lado, giro mi cara hacia la de él.
- Iré a donde tu vallas… si quieres ir a Cleveland allá iremos. Luego podemos ir a otros lugares y recorrer el mundo, no me importa mientras sea contigo… -dijo con una sonrisa picara.
- Todo estará bien ahora… -afirme.
El estaba junto a mi… no necesitaba nada más.
La sed, pues si iba a ser decir pero debía aprender a controlarla, el me ayudaría.
Lo amaba, hoy podía sonreír y decirle al amor SI… y abandonar ese corazón de plata para hacerlo tan suave como el algodón… todo por él.
Fin
Cuando regrese de trabajar te dejo mi comentario
ResponderEliminarbesos y abrazos
LISY